Un sueño reparador puede actuar como garantía contra la demencia

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Miércoles, 24 de enero de 2018

CORREO FARMACÉUTICO

Dormir poco y mal pasa factura y una de las funciones esenciales que se ven alteradas es la memoria. Mantener unos buenos hábitos desde la infancia es el mejor pasaporte hacia una vejez saludable.

Una de las grandes preguntas del ser humano sigue sin respuesta. ¿Por qué necesitamos dormir? Está claro que el sueño es esencial para que el organismo funcione correctamente y que la privación crónica de un descanso reparador conduce al desarrollo de numerosas enfermedades, pero la causa última se desconoce. No obstante, cada vez se conoce mejor cómo funciona el sueño y en qué aspectos juega un papel más relevante. Uno de ellos es la memoria, que es el objeto de estudio de Susanne Diekelmann, de la Universidad de Tubinga (Alemania). "La consolidación de la memoria es uno de los cometidos más importantes del sueño", asevera. Tanto es así, que se cree que dormir bien podría proteger frente a la enfermedad de Alzheimer y otras demencias.

"Hay estudios que muestran una asociación entre degeneración cerebral, sueño y memoria en enfermedad de Alzheimer", señala la investigadora, que ha sido una de las ponentes del I Simposio Internacional de Patología del Sueño: de la neurobiología a las manifestaciones sistémicas, organizado en Madrid por la Fundación Ramón Areces y el Instituto de Investigaciones del Sueño (IIS). "Además, sabemos que en la demencia siempre hay disfunciones del sueño. Estos pacientes no duermen toda la noche y tienen un sueño con muchas interrupciones".

Un dato relevante es que los afectados por demencias tienen muy poco -y a veces nada- sueño de ondas lentas o profundo, que es cuando tiene lugar la consolidación de la memoria. "Creemos que esta podría ser una de las razones de las disfunciones de memoria en estos pacientes. Esperamos que nuestros métodos para mejorar el sueño puedan utilizarse para ayudar a prevenir estas alteraciones cognitivas", añade.

Intervención precoz

No obstante, matiza que, seguramente, esa intervención tendrá que realizarse de forma precoz porque, "una vez que se ha producido la neurodegeneración cerebral, es muy difícil revertirla. Hemos intentado hacerlo en pacientes con demencia pero no vimos ningún beneficio porque, probablemente, una vez que se desarrolla la neurodegeneración, las áreas cerebrales afectadas no son capaces de volver a producir el sueño de ondas lentas".

La investigadora concluye que, puesto que el sueño empeora a medida que envejecemos, "deberíamos centrarnos en mejorarlo para prevenir el deterioro cognitivo". La cuestión es cómo afianzar ese descanso reparador. Hoy por hoy, los dispositivos de estimulación eléctrica que emplean Diekelmann y otros investigadores para favorecer el sueño de ondas lentas no están comercializados para uso domiciliario.

Hábitos saludables

Pero los consejos básicos para dormir bien (relajarse, no ver la tele poco antes de acostarse, irse a la cama y levantarse a la misma hora, evitar la cafeína y el alcohol al comienzo de la noche...) están al alcance de casi todo el mundo. El pediatra Dennis Rosen, de la Escuela de Medicina de Harvard y del Hospital Infantil de Boston (Estados Unidos), resalta que estos buenos hábitos del sueño deben instaurarse desde la infancia. "En los últimos años se han acumulado las evidencias de que los trastornos del sueño que se presentan en la infancia pueden tener efectos que persistan en la edad adulta". Estos efectos van desde la obesidad, la hipertensión arterial y las enfermedades cardiovasculares, hasta la atención, el comportamiento y la cognición. También se ha observado un mayor riesgo de enfermedad mental y de abuso de sustancias en el futuro.

Rosen cita un estudio reciente en un grupo de niños de 7 a 9 años en el que se comprobó que el 50 por ciento de los que presentaban problemas para dormirse o mantener el sueño mostraban las mismas dificultades con 17-18 años.

Este experto confiesa que no se sabe bien cuál es el punto de no retorno a partir del cual la privación de sueño tiene efectos definitivos, pero "se ha observado que, si no se interviene, en niños de entre 6 y 12 años ya se puede apreciar daño cerebral irreversible".

Esos efectos devastadores no resultan excesivamente sorprendentes si se tiene en cuenta la importancia creciente que ha ido adquiriendo el sueño en las últimas décadas. Según Diego García-Borreguero, director del IIS y responsable científico del simposio, "durante la vigilia nuestras neuronas producen unos metabolitos que se acumulan en el espacio interneuronal y actúan de manera tóxica". Por esta razón, "cuanto más tiempo estamos despiertos, más metabolitos tóxicos acumulamos y más se incrementa la necesidad de dormir". Así, el sueño se perfila como "un proceso de desintoxicación que hace una limpieza de esos metabolitos".

La genética

Otro ámbito importante de la investigación sobre el sueño es el dedicado a la genética. Paul Franken, del Centro de Genómica Integral de la Universidad de Lausana (Suiza), ha presentado en el simposio una serie de estudios que demuestran que una supresión de sueño del 50 por ciento puede llegar a alterar hasta el 80 por ciento del transcriptoma, es decir, del conjunto de genes que se están expresando en un momento dado en una célula. Tal y como destaca este investigador, "estos cambios genéticos demuestran que los efectos de un sueño insuficiente en nuestro sistema genético son mucho mayores de lo que sabíamos hasta ahora".

Por otro lado, la genética ayuda a explicar cuestiones como por qué algunas personas necesitan dormir menos o son más resistentes a la falta de descanso.

Cerco a la narcolepsia

Desde hace algo más de una década se entiende mucho mejor la narcolepsia. El problema central es que unas neuronas cuya función es segregar una sustancia llamada hipocretina -esencial para mantenernos despiertos- mueren. Se especula con una posible etiología autoinmune en la pubertad, que se traduciría en un ataque selectivo sobre esas neuronas. "De aquí se derivan oportunidades terapéuticas", observa Diego García-Borreguero. Lo ideal sería tratar a esos pacientes directamente con hipocretinas. De hecho, hay ensayos clínicos en esa línea, que no resulta sencilla. Otra vía terapéutica es la dirigida a fortalecer el sistema inmune.